domingo, 5 de octubre de 2025

4 VERDADES SORPRENDENTES SOBRE CÓMO LA LLUVIA Y LOS RÍOS MOLDEAN NUESTRO MUNDO

 Por Carlos Uzcategui


Más Allá de la Tormenta

Todos conocemos la imagen: una lluvia torrencial que no cesa, calles que se convierten en arroyos y ríos que crecen hasta desbordarse. Es una demostración de fuerza de la naturaleza que nos parece directa y brutal. Sin embargo, la forma en que el agua interactúa con el paisaje —cómo arrastra la tierra, provoca deslizamientos y da forma a los lechos de los ríos— es mucho más compleja de lo que solemos pensar. Hay reglas ocultas que dictan el comportamiento del terreno, y conocerlas revela un mundo fascinante que desafía nuestras intuiciones.

La Receta del Desastre: No Toda la Lluvia Causa el Mismo Deslizamiento

No es solo cuánto llueve, sino cómo llueve. Esta es la primera revelación. El tipo de deslizamiento de tierra que puede ocurrir en una ladera depende críticamente de la intensidad y duración de la lluvia, con resultados sorprendentemente diferentes.

  • Lluvias Intensas y Cortas: Las tormentas que descargan una enorme cantidad de agua en muy poco tiempo son las principales responsables de los desastres más rápidos y visibles. Umbrales específicos, como precipitaciones superiores a 100 mm en el páramo merideño, en Venezuela, desencadena deslizamientos superficiales, corrientes de derrubios y desprendimientos de rocas. El mecanismo es clave: la lluvia es tan intensa que el suelo no puede drenarla con suficiente rapidez. Esto genera un aumento significativo de la presión de agua en los poros del terreno, una fuerza interna que empuja las partículas de suelo y roca, reduciendo su cohesión hasta provocar la rotura. Curiosamente, en muchos de estos casos "no era preciso lluvia antecedente" para que ocurriera la catástrofe.
  • Lluvias Suaves y Prolongadas: En contraste, las lluvias de intensidad baja o moderada que se prolongan durante días o incluso semanas tienen un efecto muy distinto. No suelen causar los deslizamientos superficiales y rápidos, sino que su infiltración lenta y constante "reactiva deslizamientos" más grandes y profundos, como coladas de barro y deslizamientos rotacionales. Estos movimientos, aunque más lentos, pueden involucrar volúmenes de tierra mucho mayores al saturar capas profundas del subsuelo.

Este matiz es clave para la prevención de desastres. Nos enseña que el riesgo no se mide únicamente con el pluviómetro, sino entendiendo la dinámica específica de cada tormenta y cómo interactúa con la geología local.

El Talón de Aquiles del Progreso: Por Qué Nuestras Carreteras Son Más Frágiles

Las laderas modificadas por el ser humano son mucho más vulnerables que las naturales. Podríamos pensar que la ingeniería moderna refuerza el paisaje, pero la realidad es muy diferente: las laderas que cortamos para construir carreteras son significativamente más frágiles.

La paradoja se resuelve al entender la física del terreno: esta vulnerabilidad se explica por la "escasez de suelo capaz de almacenar agua en pendientes de desmontes". Al cortar la ladera, eliminamos la capa de suelo y vegetación que actúa como una esponja natural. El material expuesto, más rocoso y menos poroso, no puede absorber la lluvia, provocando que el agua se acumule y genere presiones desestabilizadoras mucho más rápido. Nuestra propia infraestructura, diseñada para conectar, crea puntos de fragilidad inesperados en el paisaje.

La Ladera "Agotada": Cuando una Tormenta Deja a la Siguiente sin "Combustible"

Una gran tormenta puede "vacunar" temporalmente a una ladera contra la siguiente. Este es quizás el concepto más sorprendente. El impacto de un evento lluvioso no solo depende de la intensidad de la lluvia, sino del material disponible en la ladera para ser arrastrado.

Este fenómeno se conoce como la "purga" de laderas. Un primer evento de lluvia de gran intensidad puede arrastrar todo el material suelto y erosionable, como suelos y rocas alteradas. Si poco después ocurre una segunda tormenta de igual o mayor intensidad, es posible que no produzca nuevas roturas simplemente por "falta de material".

Dos sucesos lluviosos de gran intensidad muy próximos entre sí pueden producir resultados dispares. El primer suceso puede arrastrar grandes cantidades de coluvión y suelos meteorizados de las laderas más susceptibles. Las laderas que han sido purgadas no producirán nuevas roturas por falta de material. El relleno de las hondonadas con nuevo material y la meteorización puede requerir varios decenios.

El paisaje, por tanto, tiene una especie de memoria geológica. El riesgo de hoy está condicionado por los eventos del pasado reciente, y la tierra necesita décadas para "recargarse" de material erosionable.

La Armadura Natural del Río: Cómo los Lechos se Protegen a Sí Mismos

Los lechos de los ríos desarrollan su propio escudo protector contra la erosión. Durante una crecida, el aumento de la velocidad y fuerza de la corriente comienza a mover los sedimentos del fondo. Pero no mueve todo por igual. Este proceso, conocido como "acorazamiento" (armoring), es un fascinante mecanismo de autoprotección.

La corriente arrastra primero las partículas más finas y ligeras, como arenas y limos. A medida que este material es transportado aguas abajo, lo que queda en la superficie del lecho es una capa concentrada del material más grueso y pesado: gravas y cantos rodados. Esta capa actúa como una "armadura" que protege a los sedimentos más finos que se encuentran debajo.

Una vez que esta armadura se ha formado, el lecho del río se vuelve mucho más resistente. Mientras una crecida normal no podrá mover este material grueso, se necesita una crecida fuerte y excepcional para poder romper la armadura y continuar con el proceso de erosión o socavación. Es un recordatorio de que los ríos no son solo agentes pasivos de erosión, sino sistemas dinámicos que buscan y crean sus propios mecanismos de equilibrio y resiliencia.

Releyendo el Paisaje

Lo que a primera vista parece caótico —una tormenta, un deslizamiento, un río desbordado— en realidad obedece a reglas complejas, sutiles y a menudo inesperadas. La naturaleza no responde con simple fuerza bruta, sino con una lógica afinada por milenios de interacciones entre el agua, la roca y el tiempo. Comprender estos principios nos permite leer el paisaje de una manera completamente nueva.

Sabiendo que el paisaje responde con estas reglas ocultas, ¿cómo deberíamos repensar la forma en que construimos nuestras ciudades e infraestructuras en un mundo con un clima cada vez más extremo?

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